miércoles, 1 de abril de 2015
El modelo "Nac&Pop" se quedó sin plata
El paro fue el más contundente de los realizados durante la gestión kirchnerista, pero la Presidenta decidió contraatacar. Planteó las protestas como una prueba de que la mayoría de la población mejoró sus ingresos. Sin embargo, los datos de la realidad contradicen al relato oficial
Muchos de quienes comentaban el alcance del paro nacional se refirieron al de ayer como "un día peronista". Es un debate que puede prolongarse hasta el infinito, pero si de algo no cabe duda es que sí fue "un día kirchnerista".
Y es que estuvieron condensados todos los elementos que demuestran lo que ha sido el "modelo" y lo que ha quedado tras la década en la que el país estuvo gestionado por el matrimonio Kirchner.
Empezando por las idas y vueltas en la relación entre el sindicalismo y el Gobierno: en la conferencia de prensa, Hugo Moyano y Luis Barrionuevo hicieron un guiño a Antonio Caló, al darle las gracias por haber dejado "en libertad de acción" a los gremios "oficialistas".
En otras palabras, demostraron que la crónica tendencia a la pelea interna en el movimiento sindical argentino fue superada por la aparición de un enemigo en común: el ajuste económico.
La jornada tuvo otros condimentos inusuales, como el hecho de que fuera el Ejecutivo quien enarbolara el derecho de ir a trabajar por parte de aquellos que no pudieron acceder por causa de los piquetes. Algo raro de escuchar por parte de una fuerza política que ha hecho gala de su tolerancia hacia las protestas.
Y, nuevamente, quedaron en evidencia los "pecados" de los que Gobierno y sindicatos han decidido acusarse mutuamente.
Para Moyano, Barrionuevo y compañía, el kirchnerismo ha traicionado los postulados del peronismo al hacer recaer sobre los salarios el mayor peso de la financiación del aparato estatal.
Y para Cristina Kirchner, como dejó en claro en su discurso en La Matanza, hay una casta de sindicalistas ricos que no tienen una verdadera representatividad de los trabajadores y que sostienen una plataforma reivindicativa más propia de la clase media que del sector obrero.
Con su reconocida habilidad discursiva, la Presidenta marcó la diferencia entre "esos poquitos" que se enojan porque deben resignar una porción de sus altos ingresos y el público de su acto en esa localidad, "que no vienen por el micro y el choripán, como dicen, sino por el agua y por las cloacas".
El manual K, con fallas
Cristina, haciendo uso una vez más del manual kirchnerista ante momentos de revés político, eligió el contraataque.
Ante un paro contundente, avanzó con un acto público para no cederle el protagonismo mediático a sus rivales. Ante un cuestionamiento a su política impositiva, priorizó el discurso de la "inclusión social".
Y, por supuesto, el gran argumento de que no podrían financiarse las obras públicas del conurbano, ni la Asignación Universal por Hijo, ni los planes de asistencia si no fuera porque existen fuentes como el Impuesto a las Ganancias.
Hay una parte de esa estrategia que sigue funcionando. Por lo pronto, los medios oficialistas no quedarán en la incómoda situación de tener que dedicar sus principales títulos al paro, y podrán incluir frases textuales de la Presidenta.
Sin embargo, aparecen ciertos "ruidos", algunas contradicciones que dejan ver que el "relato" ya no surte el mismo efecto de antes.
Ocurre que Cristina volvió a insinuar que este paro es uno de los tantos "dolores de crecimiento" que experimenta una economía que está en plena expansión.
Así como en su momento se justificaron los apagones bajo el argumento de que la demanda energética había crecido mucho, gracias al consumo que permitió la masificación de aires acondicionados, ahora el Gobierno pretende presentar el enojo con el Impuesto a las Ganancias como una prueba de que la población asalariada mejoró sustancialmente sus ingresos.
En síntesis, el argumento es que hay varios motivos por los cuales un país puede sufrir huelgas. Y que no es lo mismo que las protestas sean por reducciones nominales de salarios o por olas de despidos, que porque una mejora salarial hace que sectores asciendan en la escala y queden alcanzados por el impuesto a los ingresos.
"Si tiene que seguir habiendo huelgas porque hay un puñado de trabajadores que no quiere ser solidario, lo voy a seguir bancando", expresó Cristina.
Pero hay un problema en su discurso. Primero, contradice a su propio ministro de Economía, Axel Kicillof, quien destaca que todavía un 89% de los asalariados del sector formal -o un 94% del total de los trabajadores- están por debajo del nivel a partir del cual se aplica Ganancias.
Es decir, el propio argumento usado por Kicillof para desacreditar la convocatoria al paro va en contra del utilizado por Cristina, que intentó calificar a la protesta como una reedición de los "piquetes de la abundancia".
Lo que en realidad ocurre es que ambos argumentos chocan con la realidad. Por un lado, es innegable que Ganancias se ha transformado en una carga pesada para muchos asalariados de nivel medio. Pero, lejos de que esto sea un indicador de mejora generalizada de los ingresos, apenas es una muestra de que ha aumentado la presión impositiva.
Como graficó Pablo Moyano, el líder del gremio camionero: "De mi organización gremial, de 220 mil trabajadores 200 mil pagan Ganancias, esto debe ocurrir en la mayora de los sindicatos que tiene salarios altos".
Pero también es cierto que Ganancias ha venido aumentando sistemáticamente su participación dentro de la "torta" de la recaudación fiscal. A fines de 2014 ya representaba un 23% del ingreso total, cuando hace cinco años era un 18%.
En otras palabras, es el único tributo que crece mientras los demás caen en términos reales.
Un relato, caro de financiar
¿Cómo se explica que esa recaudación haya crecido en un contexto en el que los salarios vienen cayendo en su capacidad de compra en un 4% anual, según los economistas que asesoran a las centrales sindicales opositoras?
Esto ocurre porque, al no estar actualizado por inflación, es el único impuesto que no depende del nivel de actividad sino del crecimiento nominal de los ingresos.
De manera que la mayor cantidad de gente irritada por el gravamen no es, como afirma Cristina, un síntoma de que muchos ingresaron a la clase media. Más bien, es una prueba de que la presión impositiva -que antes sólo alcanzaba a los altos ingresos-, ahora llega con mayor fuerza a buena parte de los trabajadores de sueldos medios.
Un informe de la Fundación Idesa remarca que mientras el salario nominal se multiplicó por 12 entre los años 2000 y 2014, el monto del mínimo no imponible a partir del cual se empieza a tributar, creció sólo cuatro veces.
"Mientras en el año 2000 hacía falta tener un salario equivalente a dos veces el promedio para ser alcanzado por el impuesto, en la actualidad basta con tener un sueldo cercano al promedio", argumenta Idesa.
Pero además, también queda en tela de juicio el argumento oficial de que, gracias a lo recaudado por Ganancias, se pudo llevar a cabo una decidida política "inclusiva".
Una estimación del economista Nicolás Cachanosky con datos del Indec, concluye que el nivel de pobreza que tendrá el país al final de la "era K" será comparable con el que hacia fines de la gestión de Carlos Menem: un 25% de ahora contra un 26,9% del año 1999.
El modelo "nac&pop" se quedó sin caja
Es en este punto donde queda al desnudo el verdadero problema que enfrenta el "modelo K": se quedó sin los recursos de los que gozara en los tiempos en que soplaba el "viento de cola". Ahora se ve obligado a pedirle que hagan su aporte aquellos mismos que antes fueron beneficiarios.
No fue hace tanto tiempo que Cristina repetía su "ritual" de cada marzo junto a Moyano: se reunían en la Casa Rosada y firmaban, junto con las cámaras de empresarios transportistas, la paritaria que debía ser tomada como referencia y "techo" por el resto de los sindicatos.
En aquellos tiempos felices, siempre esa cifra superaba a la inflación del año anterior y Moyano no negaba sus dudas sobre la estadística del Indec, pero minimizaba el problema diciendo que prefería un poco de inflación con la economía en crecimiento y no la deflación con desempleo de los años '90.
Aquella "nueva clase media obrera", de la que hablaban los economistas hasta el año 2010, se transformó ahora en la "vanguardia" de los críticos del modelo.
Pero hay que recordar algo en defensa de Cristina: si de algo no se puede acusar a la Presidenta es de que ella no haya advertido cuál era la base conceptual de ese "modelo". Para hacer el reparto, siempre hay alguien que debe ejercer el rol de "víctima".
Los "policy makers" del kirchnerismo, tomando las teorías de Ernesto Laclau, asumían que no es posible generar el progreso social sin "tocar intereses" de grupos privilegiados.
"Quiero que me expliquen cómo hago para sacar plata de un lado y no sacársela al otro, o que la tenga que poner el otro, porque en economía cuando vos le das a uno es porque le dejaste de dar a otro, no hay ninguna otra posibilidad", había dicho Cristina hace dos años en un recordado discurso ante dirigentes empresariales.
Claro, lo que nadie avisó es que, finalmente, llegaría el día en que no alcanzaría con "sacarle" a los productores sojeros, ni con la renta de la pequeña industria, ni con el extinto superávit fiscal, ni con los fondos de las también extinguidas AFJP.
Con la fuerza de un boomerang furioso, ese argumento se está volviendo ahora contra los "privilegiados" que ganan más de $15.000.
El "modelo" está golpeando a la puerta de esos asalariados y, como enseña el manual K, lo hace "a cara de perro": no es posible negarse, y quien ose protestar será acusado de atentar contra la inclusión social.
La Presidenta no lo pudo haber dicho más claro: el Impuesto a las Ganancias ya no es un apenas un impuesto, más bien es un pilar del modelo. Le conviene a la economía del país y también al proyecto político nacional y popular, ese que Cristina dijo que seguirá en el poder luego del 10 de diciembre.
Porque esa es la otra lectura del "día kirchnerista" de ayer: el Ejecutivo entendió que cometió un error cuando, tras su derrota en las PASO de las legislativas del 2013, accedió a elevar el mínimo no imponible.
Ideólogos K, como Artemio López, habían advertido que eso era una "mala lectura de la coyuntura electoral" y que un alivio en Ganancias significaría darle recursos a un sector de la sociedad que no modificaría su antipatía por el kirchnerismo, mientras que se desatendería al segmento de ingresos bajos, donde estaba el núcleo duro del electorado K.
Si nuevamente cediera a la presión, alerta López, "desfinanciará al Estado Nacional en una etapa de restricciones severas y de remarcación de su rol de proveedor de servicios al conjunto de la población, especialmente a los sectores más postergados, a través de políticas de transferencias de ingresos vía diversos planes sociales y de empleo".
Todo indica que Cristina aprendió la lección y seguirá su consejo. Por eso, ahora que el modelo "nac&pop" se quedó sin caja, necesariamente habrá Impuesto a las Ganancias para rato.
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